SI comparamos los mejores discursos de los políticos
nacionales con los de los políticos extranjeros (Lula, Bachelet, Zapatero, Alfredo
Pérez Rubalcaba, Obama...), veremos que no es sólo una cuestión de expresión lo
que diferencia a unos y otros de manera notoria, sino además una cuestión de adecuación y pertinencia; y lo que es más
importante, de verdad e implicación.
Hasta qué punto aquellos políticos (los del extranjero) son respetuosos con la verdad y creen
realmente en lo que dicen y, consecuentemente, hasta qué punto y en qué medida
son respetuosos con sus interlocutores, con los destinatarios de sus
discursos, con los ciudadanos. Un debate
del Estado de la Nación celebrado en el Parlamento español, por ejemplo, es una muestra clara de la terrible distancia
que separa a estos dos grupos de
políticos: los de aquí y los de
cualquier otro lugar del planeta.
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