el terrible censor no está fuera
sino dentro, y te engaña
RAFAEL ARGULLOL
PENSAR es difícil. Son muchos los elementos de la realidad que conspiran contra esta excelsa actividad del intelecto. En una lista que de ningún modo pretende ser exhaustiva, podemos citar: el temor, el miedo, la abulia, la apatía, la modorra, la pereza, el acomodo, el adocenamiento, la autocomplacencia, la vanidad, el amor propio, la obcecación, la mediocridad, la estolidez, los prejuicios, los clichés, los eslóganes, las frases hechas, los lugares comunes y los tópicos; pero también las pasiones, las emociones, los sentimientos; el hábito de acomodar la realidad a las propias necesidades, aspiraciones e intereses; la extrema debilidad y cobardía de la censura y la autocensura, la falta de concentración, de observación, de capacidad crítica y analítica; el inadecuado uso y manejo de la lógica, del sentido común y del lenguaje...
Pensar supone despojarse de muy pesados fardos, lastres y cadenas, templar a fuego lento el espíritu, aguzar al máximo el intelecto, entrenarse de forma rigurosa y continuada en severas estrategias.
Para alcanzar un pensamiento propio e independiente debemos asumir con coraje, decisión y valentía el riesgo, la aventura existencial e intelectual, la extrema libertad.
Todo pensador es un auténtico guerrero.
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