jueves, 8 de noviembre de 2012

La escritura como pulso y respiración








SEGUIR el ritmo interior es la forma más correcta y sin duda más auténtica de acometer el proceso de escritura, dejándose llevar por él y que sea el propio palpitar del pulso y de la respiración (pneuma, para los griegos, que lo era todo y lo olvidamos hoy tan a menudo) sin interrupciones de ninguna índole el que conduzca nuestras ideas, emociones y sentimientos, formando oraciones y párrafos. Si la escritura es algo, es ese ritmo vital que se hace lenguaje, tornándose así comunicable, transmisible, inteligible para los otros y, además, perdurable. Luego, posteriormente, viene el proceso de corrección, más racional y arduo y que es por lo general una labor de reubicación, cambio y, sobre todo, de supresión y poda.

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